
Veo a menudo en consulta desequilibrios orgánicos relacionados directamente con el proceso digestivo. Muchos de ellos concretamente con la función específica de eliminación. En muchos casos las personas que lo sufren, se relacionan con este bloqueo como un hecho molesto y aislado en su vida que hay que “resolver”. Antes de acudir a consulta es probable que hayan probado incluso diferentes remedios y fórmulas para tratar de “combatir” dicha situación orgánica tan molesta. Y normalmente, sólo con estos, se mejora o alivia el desequilibrio de forma momentánea y no duradera, es decir, de manera sintomática. Tal vez lo mejor que pueda ocurrir en estos casos es que la molestia sea tan grande que tengamos que pedir ayuda a un profesional. Y tal vez algo aún mejor que podría ocurrir es que ese profesional tuviera una visión Holística e integrativa del ser humano. Que tuviera la capacidad y amor suficiente para mirar a esa persona a sus ojos y ver su totalidad, su historia, su máscara y su esencia, donde integrar todo lo demás; órganos vísceras, huesos y piel…al servicio de su caminar por la vida. Imaginemos por un momento que esto ocurre… si tienes este tipo de dolencia intenta visualizar esta posibilidad:
Tu intestino al completo, inmerso en tu ser, en tu cuerpo, entre otros órganos y vísceras. Integrado por tejidos, fluidos, vasos, nervios…innumerables terminaciones nerviosas cuya función es detectar información del mundo interno y externo para “asimilarla”, “dijerirla” y “eliminar” los deshechos. Existe la creencia básica de que el digestivo solo digiere alimentos y solo elimina residuos orgánicos del metabolismo de los mismos. Esta interpretación es demasiado simple y esconde la verdadera luz y potencial de nuestra naturaleza divina.
Está comprobado empíricamente y demostrado científicamente que el intestino posee unas células semejantes a las neuronas cerebrales en cuanto a morfología y trasmisión de información entre ellas. Y no es casual que sea la barrera inmunológica más potente de nuestro cuerpo. Y si, por otro lado, relacionamos como los estados emocionales alterados disminuyen nuestra respuesta defensiva ante el medio externo y el propio medio interno, podremos ver claramente la relación directa y estrecha que hay entre el intestino y nuestro mundo emocional. Es por ello conocido también como cerebro entérico, un cerebro primitivo y totalmente sensitivo que nos conecta con el más puro y refinado nivel de existencia límbico. En él integramos el mundo externo a través de lo que comemos, bebemos, respiramos, soñamos, tememos, disfrutamos, tocamos, pensamos…a un nivel sensitivo – emocional – corporal. Aquello que integramos en nuestro ser a través de la barrera intestinal pasa a formar parte de nosotrxs mismxs, de nuestras células. Es como una segunda piel por donde percibimos el mundo, esta vez a nivel interno, y decidimos lo que nos gusta o no, lo que nos conviene o no y por ende, lo que dejamos pasar a nuestra vida y a nuestra sangre. Aquello que no sea adecuado o favorable para nuestra salud a cualquier nivel debería ser eliminado vía fecal, para ello estamos programados biológicamente. Sin embargo el entramado psico -socio- emocional humano lo tiñe todo de cierta complejidad y aquello que debiera ser eliminado a veces queda retenido o bloqueado en nuestros conductos internos, acidificando e intoxicado nuestro interior como a su vez nos intoxican las emociones reprimidas y no expresadas.
El miedo extremo puede llevar a cerrar y controlar nuestro propio ritmo interno como un mecanismo de seguridad y supervivencia y hacer que nuestro esfínter anal se cierre a su vez como una puerta blindada de máxima seguridad, por la que no entre ni salga nada y nos permita tener a salvo el único territorio sobre el que sentimos que tenemos cierto control, nuestro interior.
Si padeces estreñimiento tal vez te resuenen estas palabras, o tal vez no, quizás ni siquiera te hubieras planteado nunca la relación entre tu estreñimiento y el jefe que te acojona cada día en la oficina con la posibilidad de despedirte si no rindes más, o con el escaso tiempo que tienes para ti y cubrir tus necesidades secundarias, o con eso que odias pero te sientes obligado a hacer, o… ¿se te van ocurriendo algunas situaciones más? Si lo piensas bien y te dejas sentir en tus tripas, seguro que se mueven sensaciones ahí dentro en relación con el recuerdo de tus experiencias vitales.
Y ahora que lo ves, ¿qué puedes hacer? Empezar a tender puentes ya es un gran primer paso. Crear un maravilloso hilo conductor que vaya entretejiendo todo lo que atañe a tu ser, que aporte a tu existencia un nuevo enfoque más profundo y coherente. Como cuando podemos unir los fragmentos de una historia que conocíamos por pedazos y que por fin empieza a tener sentido.
Otro gran proceso aliado para acompañar y mitigar el miedo y el bloqueo intestinal que puedes esculpir a tu medida tú mismx es la respiración. La respiración nos habla del espacio que ocupamos en el mundo, fuera y dentro de nosotrxs mismxs, de nuestro ritmo, de nuestro permiso para ser y estar. Si pones consciencia sobre ello, tal vez sientas dificultad para respirar profunda y relajadamente sin motivo aparente. Sin embargo hay una tensión evidente… Es un nuevo reflejo de control, tal vez a sentir, a soltar, a dejarte ir…
Existe en ti, sin embargo, esa parte consciente y presente que puede probar a hacer un movimiento nuevo desde la respiración, ya que tiene una parte de acción voluntaria, tal vez más clara que la función de deshecho intestinal. Probar un nuevo ritmo y un nuevo espacio que se adapte mejor a tu necesidad más interna, conectada a tu esencia. Más espacio, más profundo, con más con-tacto.
Visto desde esta óptica envolvente que tiende puentes entre nuestro cuerpo y el resto de niveles de nuestra existencia, nuestro intestino se convierte en un gran aliado de camino; nos protege, nos relaciona con el mundo, nos transforma hacia una evolución global.
Tenemos en nuestro organismo todo aquello que necesitamos para vivir con salud, placer y abundancia. Podemos empezar a mirarlo hoy desde este nuevo paradigma que nos devuelva todo nuestro potencial de luz. Nos pertenece.